David Shields

Con la caída de los precios, ha cambiado por completo el ánimo de la propia industria petrolera dentro y fuera del País, lo cual afectará el interés en la Ronda Uno mexicana. Se percibe que ya se está apagando el desbordante entusiasmo por esa apertura.

En México, hemos querido ver el petróleo como la tabla de salvación de las finanzas públicas, incluso de la Patria entera, también como el eje de la Reforma Energética. Pero el desplome de los petroprecios hunde el negocio y nos deja mal parados, con un Pemex debilitado, con producción y exportaciones en declive, a punto de importar crudo, con malos resultados, elevados pasivos, despidos en compañías contratistas, robos de gasolina en ductos y robos al consumidor en las gasolineras. Peor tantito, la pérdida de ingresos federales se tendrá que compensar de otra fuente: nuestros bolsillos.

Con la caída de los precios, ha cambiado por completo el ánimo de la propia industria petrolera dentro y fuera del País, lo cual afectará el interés en la Ronda Uno mexicana. Se percibe que ya se está apagando el desbordante entusiasmo por esa apertura. Con o sin razón, en privado, los jugadores potenciales se quejan de los términos fiscales, de las limitaciones a la participación, del poco atractivo de algunos bloques, de los riesgos por la corrupción y la inseguridad.

Ante ese panorama, surge el reto y la necesidad de reorientar y dinamizar la Reforma Energética. Por fortuna, se trata de una reforma integral que va más allá de la producción de crudo y gas. Hay actividades que serán menos perjudicadas por los bajos precios, entre ellas la refinación y el transporte y expendio de combustibles y, por supuesto, el desarrollo de la industria eléctrica.

Aun así, la dificultad para obtener una mayor producción de hidrocarburos puede convertirse en un embudo para esas actividades. Si México no produce más crudo por falta de rentabilidad y por el agotamiento de sus yacimientos, ¿para qué construir más capacidad de refinación? Si no se extrae más gas, será difícil que se concreten nuevos proyectos de gasoductos y de centrales eléctricas, al menos en el centro y el sur del País, donde no hay acceso a gas importado barato.

Al final del día, los rubros energéticos con más potencial de crecimiento en los próximos años serán los que tienen que ver con la energía limpia y la sustentabilidad. En ese sentido, hay que destacar que unos días antes de Navidad -sin que casi nadie se fijara- se publicó la Estrategia de Transición para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios como parte del Programa Nacional para el Aprovechamiento Sustentable de la Energía 2014-2018, que se define como un programa especial dentro de la Ley de Planeación.

Así, el Ejecutivo federal cumplió con el plazo de un año fijado en la Reforma Constitucional para atender el tema energético-ambiental. También la Cámara de Diputados cumplió con la aprobación de la Ley de Transición Energética, que cierra el “paquete” de las leyes secundarias de la Reforma y complementa la Ley de la Industria Eléctrica al fortalecer el marco de política para el desarrollo e implementación de las energías renovables y para la eficiencia energética. Ojalá también el Senado la apruebe el mes próximo.

La Estrategia de Transición enfatiza lo relacionado con el ahorro de energía en edificios, industrias y transporte. Prioriza todas las energías renovables, las redes eléctricas inteligentes y la generación distribuida, atendiendo aspectos de tecnología, mercados, regulación, investigación y financiamiento, entre otros. Esta estrategia es el resultado de consultas con expertos y con la sociedad que realizaron la Secretaría de Energía y la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (CONUEE) con miras a incorporar las mejores propuestas e ideas que promuevan una transición a tecnologías eficientes y combustibles más limpios.

El viejo modelo energético del País ya está caducando y un nuevo modelo más diverso y más sustentable aún no se consolida. Se deterioran las perspectivas de la industria petrolera y los mexicanos debemos cambiar el enfoque en la Reforma Energética hacia programas de trabajo dignos y más orientados al bienestar de la gente. Reinventar la Reforma es una tarea propia de la política, ¿no creen?

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