La transición del sistema energético del país obliga a una reflexión integral sobre este tema.
El concepto de seguridad energética es vital para una sociedad industrial y tecnológica. Resulta complicado pensar en la posibilidad de prescindir de utilizar, por falta de energía, una gran cantidad de máquinas y dispositivos utilizados en las actividades industriales, comerciales o residenciales.
La seguridad se define como la sensación de total confianza que se tiene en algo o alguien, o bien como la ausencia de peligro o riesgo. La Agencia Internacional de Energía la entiende como la disponibilidad ininterrumpida de fuentes de energía a un precio asequible, tanto a corto como a largo plazo. En un enfoque clásico, la seguridad energética básicamente se refiere a la infraestructura de cada país y a las relaciones comerciales con otros países o empresas.
La Unión Europea ha tenido un fuerte desempeño por su coordinación entre las naciones europeas, lo cual es un modelo de cooperación regional. Ellos se apalancan en las fuerzas de mercado y en la diversidad de mezclas de energéticos. No obstante, existen otras apreciaciones donde conjugan un número mayor de parámetros, por ejemplo, en el ámbito militar. Los países desarrollados tienen amplio camino recorrido en este tema.
Por ejemplo, España cuenta con un plan de evaluación que actualizan anualmente y es elaborado por el Ministerio de Defensa. Esta óptica se ha arraigado fuertemente en España: la “Estrategia de Seguridad Española” (2011) alude de modo genérico a la seguridad energética, aunque la Ley 8/2011 de “Protección de Infraestructuras Críticas” así como el CNPIC (Centro Nacional de Protección de Infraestructuras Críticas), se ciñen a la dimensión de la seguridad física de instalaciones energéticas, propio de la visión clásica de la seguridad energética (1).
Por otro lado, vemos que la concepción de la seguridad energética en la doctrina de la OTAN parte de su Concepto Estratégico desde 2010, seguido de la reorganización de la ESCD (Emerging Security Challenges Division) y creación del Centro de Excelencia OTAN de Seguridad Energética en Lituania (2012)(1).
Por su parte, el Consejo Mundial de Energía (WEC), donde participa México, desarrolló el concepto del Trilema Energético: Competitividad, Seguridad y Sustentabilidad. Y también enfatiza el riesgo de interrupción del suministro. Otros fenómenos asociados con la seguridad energética se refieren a que el crecimiento económico mundial ha sido bajo, el precio del crudo ha desmotivado la inversión y el accidente nuclear de Fukushima sacudió la opinión pública y estancó varios prospectos de energía nuclear (2).
También se observa que, a nivel global (2), la sobreoferta ha puesto más fuerza en las manos de los compradores, con un fuerte impacto en la interacción entre los países, estrategias de diversificación y relaciones comerciales. Como casos más concretos tenemos a los Estados Unidos y a México. El primero pasó de ser un importador de hidrocarburos a exportador neto; México, al revés, era exportador y se ha convertido en importador neto de varios energéticos.
Para los Estados Unidos (3), durante los últimos 40 años, la seguridad energética se enfocó en reducir la dependencia que se tenía sobre el petróleo importado. Para ello se determinaron políticas públicas para promover la producción de sus recursos domésticos de petróleo, aumentaron las normas de eficiencia de combustible para vehículos, desarrollaron la mayor reserva estratégica de petróleo del mundo, y otras acciones relacionadas con el petróleo.
Adicionalmente, los Estados Unidos se convirtieron en el mayor productor de gas natural del mundo. El dramático crecimiento de la producción bajó los precios del gas natural y permitió a los Estados Unidos empezar a exportar gas natural licuado (GNL), lo que ha mejorado la competitividad y transparencia de los mercados internacionales de GNL.
Fuente: Energía a Debate